Una joven muchacha, aproximadamente de unos 16 años, se encontraba sentada en una banca de la plaza central de la ciudad.
Ella vivía en una pequeña ciudad, en la cual no concurrían muchas personas, y en la cual habían unas muy escasas tienditas, poco elegantes, especialmente de comida y electrónica. La joven, de una larga y rizada cabellera color café claro, unos ojos color café chocolate, y unas gruesas gafas negras; estaba leyendo un libro. Su cabeza estaba inmersa sobre el papel, leyendo con atención a su nuevo libro, que tenía una trama de ciencia ficción muy interesante, el cual atrapaba a los nuevos lectores juveniles actuales.
Esta adolescente, estaba tan absorta en su lectura que no se percató de lo que sucedía en frente suyo.
Un joven, aproximadamente de unos 17 años, estaba dando vueltas en su bicicleta por la plaza como forma de un ejercicio matutino. En el momento en que iba a pisar el pedal de su bicicleta, un pequeño colibrí se cruzó justamente en su camino. El ciclista intentó desviarse del caminó, pero termino fallando la pedaleada, provocando que colisione sobre una banca marrón de madera.
Para su suerte, el chico no obtuvo ninguna lastimadura por su pequeña caída, así que este, simplemente se levantó ileso y recogió su bicicleta, que se encontraba también ilesa, junto a él.
Cuando el muchacho se recobró totalmente del golpe, su mirada se posó en la persona que estaba sentada sobre la banca. Una bella mujer de ojos color avellana, y una admirable concentración, se encontraba en frente suyo.
Al chico le sorprendió que esta mujer no haya desviado la mirada ni por lo menos, un momento, para observar cómo se encontraba la persona que se cayó en frente de ella, o siquiera, para ver quien se encontraba frente a ella.
– Eh, perdón. – Fue lo único que dijo el chico, creyendo que debía disculparse por interrumpir a la joven lectora.
Cuando la mujer alzó la cabeza, sus ojos se posaron instantemente en los del extraño, y sintieron una pequeña, lenta pero muy chocante conexión platónica.
El hombre tenía unos ojos celestes, profundos, destellantes y bellos, que delataban una inmensidad más grande que la del mismísimo mar, y el cabello lo tenía teñido de azul, un azul fogoso que destellaba iluminación y asombraba pasmadizamente a la mujer.
– ¿P-por q-qué te disculpas? – Preguntó ella, notando que su voz apenas fue un susurro, puesto que ella estaba demasiado nerviosa como para conjugar bien las palabras.
– Por molestarte con mi torpeza. – Respondió él, sinceramente, desviando un poco su mirada.
– ¿Qué? Para nada, no eres una molestia, tú en cambio, eres.. eres..– Sus labios temblaron, y ella titubeó un poco, no pudiendo terminar su frase.
– ¿Qué es lo que soy? – Le preguntó él, sonriendo.
– Eres maravilloso. – Le respondió ella, sonrojándose, y haciéndole sonrojar en mayor medida al chico, un rojo fuerte que resaltaba con su tez albina. ¡La mujer no podía creer que ella en verdad le dijo ello! ¡A un completo desconocido!
– Tú también eres maravillosa. – Las palabras del hombre, provocaron una repentina subida de calor al cuerpo de ambas personas.
Luego de unos pequeños, pero vergonzosos segundos, ellos se presentaron. El hombre se llamaba “Marshallow”, y la mujer se llamaba “Dani”.
Ellos acordaron momentáneamente irse a entablar una mejor conversación en una heladería cercana, que estaba solo unas 3 cuadras abajo. Marshallow se subió a su bicicleta, y luego de esto, Dani se subió en el manubrio de la bicicleta, ya que el caño de esta no era lo suficientemente angosto como para que la chica cupiese allí.
Ya que, era muy difícil desperdiciar una bicicleta, y caminar unas simples cuadras.
A Marshallow le costó un poco concentrar su vista en el camino, puesto que en frente suyo tenía posado el esbelto cuerpo de Dani. Pero logro no desviarse del camino y llevarlos a ambos sanos y salvos, sin ninguna dolorosa caída de por medio.
Cuando Dani y Marshallow entraron a la heladería, ella pidió un helado de sabor frambuesa y él pidió uno de sabor vainilla, y luego ambos se sentaron en una mesa redonda azulada.
Ambos entablaron una linda y delicada conversación en la cual llegaron a conocerse más, y se percataron de que ellos coincidían en muchos gustos, aficiones y actitudes particulares. A ambos les gustaba hacer pequeñas bromas y disfrutar el tiempo con personas a su alrededor, y ambos no soportaban demasiado a la penosa soledad.
Cuando se quedaron sin un tema de conversación y habían terminado de comer sus respectivos helados, ellos se observaron cara a cara fijamente, un poco avergonzados.
Marshallow tomo delicada y dulcemente las manos de Dani y luego acercó su cara a la de ella. Ambos podían sentir sus respiraciones palpando lentamente, y ambos se encontraban muy nerviosos ante este dulce momento.
Repentinamente, Marsh poso sus labios sobre los de Dani, y luego los apretó sobre los suyos, logrando saborear el sabor de una frambuesa dulce y fresca. El beso apenas duro un minuto, pero eso fue suficiente para Dani, que cuando recupero su respiración y se separó, se deslumbro y petrifico ante la tierna mirada que le entregaba Marshallow.
Al parecer, ambos habían quedado encantados y hasta un poco anonadados por el placentero roce de labios.
– ¡Ese fue el primer y más intenso beso que he tenido en toda mi vida! – Gritó Dani a los cuatro vientos, muy contenta, provocando que Marshallow le devuelva, una pequeña y dulce risa de su parte.
(Pos, perdón si este fic es demasiado corto, es que sólo me dio ganas de escribir Danishallow y bueno, esto es lo que salió) Espero que por lo menos haya quedado bonito y les haya gustado, y obviamente, esto irá dedicado a Marsh y Dani, jue jue. Pos weno, agradezco a los lectores por haber llegado hasta aquí, ¡Ahora, si has llegado hasta aquí, todos, a shippear Danishallow! :v (?